Sabor durazno.

Eres una idiota Elisa, una reverenda idiota. Y tu novio también. Francamente no sé quién es peor de los dos; él que te deja cada que cualquier tipa hace su flamante aparición o tú, que berreas y te quejas y lloras y tragas y tragas y tragas, hasta que te vuelve a buscar y regresas, porque siempre regresas. Si él es peor que tú, tú definitivamente eres más tonta, porque siempre regresas. 

Ya lo ha hecho varias veces y sé que te acuerdas de cada una. Me pregunto quién te duele más ¿la de cabello color turquesa o la del tatuaje en cursiva?¿Te acuerdas de todas las veces que intentamos descifrar qué carajos decía y ninguna le entendía a esa horrible letra? Estabas frustrada, te sentías indignada; nunca habías odiado tanto las cosas que no se dejan leer. Y tú siempre quieres saberlo todo.

Hubo más. Claro que hubo más. Yo no me acuerdo de ellas, pero apuesto a que tú sí. Yo nada más recuerdo cada vez que te pusiste mal. Eso no lo olvido.

De todas formas, siempre regresas.

Ah, pero antes de volver y pretender por un rato que el mundo es de empalagoso color rosa, vas a llegar a mi casa y vas a rogarme que te saque de fiesta. Porque nunca sales con él, no así. No a bares ni a antros ni a fiestas del amigo de un amigo. No le gustan. A mi tampoco, yo te llevo porque en esos momentos dices que lo necesitas.

Entonces llegas y desordenas mi ropa, buscando la falda más apretada que puedas encontrar y luchas para ponértela, porque estás caderona y nalgona y todo te queda demasiado chico, hasta tu hombre. Te deslizas dentro de mis medias, para cuando termine la noche las habrás hecho trizas. Empiezas a embadurnarte mi maquillaje en toda la cara sin saber cómo hacerlo y sin pedir permiso, mientras te esfuerzas en meter tus generosos muslos en el nylon. Por una vez haces a un lado tu perenne crema para labios sabor durazno, para intentar ponerte maquillaje que no sabes aplicar y te picas los ojos con la mascara, y no sabes utilizar mi iluminador y no entiendes la diferencia entre el Orgasm de Nars y el CORALista de Benefit. No intentas delinearte, no se te pasa por la cabeza, porque sabes que fallarás. Alrededor de los ojos estás repleta de manchones negros, pareces un vil mapache. No sabes aplicarte el bronceador como se debe; tus dientes están llenos de Ruby Woo cuando sonríes. Te ves fantástica.

A lo mejor eres más tonta, pero a quien de verdad detesto es a él. Tú quieres ir a una fiesta y no te atreves a hablar de verdad con nadie. No le haces caso a ninguno de los tipos que se acercan como si te fueran a comer. Él no se atreverá a probar el manjar que tienes entre las piernas como la ocasión merece, después de que te quedas con la carne cruda por el depilado brasileño, después de acompañarte a comprar lencería para adornarte. Le vas a decir a tus papás que esa noche te quedas conmigo, pero las dos sabemos en dónde vas a estar. Nos veremos el lunes en la escuela y vas a estar enamorada. Hasta que lo vuelva a hacer.

Saliendo del bar, del antro, de la fiesta, de donde sea, te tropiezas hasta mi auto. Yo siempre manejo, me aseguro de que llegues a casa con bien. Rara vez llegas a vomitar, pero siempre te rasgas las medias y los hoyos me dejan ver tu piel. Es parte del ritual; no lo perdonas hasta que hayas salido conmigo, no te metes al auto antes de que mis medias, siempre mis medias, queden hechas una porquería.

Luego llegas a tu casa y te estrellas contra la puerta sin poder meter la llave en la cerradura, mientras te despides lanzando besos al aire y agitando el brazo. Siempre dejas cosas detrás de ti, andas por ahí esparciendo tus pedacitos. Dejas tu bolsa, la chamarra. Me dejas a mi. Lo único que nunca dejas demasiado atrás y jamás a tiempo, es a él. Dejas el celular, uno de tus zapatos. La dignidad, a veces. Tu medicina, la cartera. Esta vez pierdas tras de ti tu lipstick de durazno y yo lo llevo hasta a mi nariz y lo huelo con cuidado. A esto deben saber tus labios Elisa, mi Elisa, eres una idiota.

Deja un comentario