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Archivo de la etiqueta: Perro

En estos tiempos modernos, es más fácil decir adiós. Basta con un mail, una llamada, un mensaje, aunque también hay quienes se desaparecen  y los que nada más cambian el estatus de relación en Facebook, esperando que eso sea lo único necesario. 

El cambio es brutal y de un día a otro; desde hacía tiempo sosteníamos una conversación aparentemente infinita, desde la mañana hasta la noche y continuábamos la siguiente mañana y la siguiente noche y la siguiente mañana. Y la siguiente noche. Ahora ni siquiera somos amigos en Facebook y nos dejamos de seguir en Twitter y creo que me bloqueaste en Tumblr, porque lo entiendo, ninguno quiere saber.

Carajo, además ponías una combinación perturbadora en tu Tumblr, mitad memes sobre el vacío de la vida, mitad gifs medio pornográficos y era como decir miren, estoy muy triste, pero traigo muchas ganas.

También lo entiendo. Yo también estoy triste.

(También traigo muchas ganas)

A lo mejor no debimos ver tantos apartamentos juntos, porque ahí nos dimos cuenta que yo no quería vivir en los que a ti te gustaban y a ti no te gustaban los departamentos en los que yo quería vivir y al final nos dimos cuenta de que no era una cuestión inmobiliaria. No sé, mejor no hablamos de eso.

El único problema que queda es el perro.

No hubo llamada o mensaje de despedida para él. Ninguna última palmada en la cabeza. Lo vi a los ojos y le intenté explicar y cuando volví a llorar, el perro me lamió la cara hasta que se cansó. Creo que quedó más confundido y no volvimos a tocar el tema, pero cuando llego del trabajo todavía me huele como esperando una pista o algo más y sigue mirando la puerta por la que no vas a llegar y creo que el perro todavía te está esperando.

Olías a Brisa de Mar. A Mentol Refrescante, a Protección Anticaída. Olías a la cabeza de mi papá. Te bañaba con champú de Leche de Coco Nutritiva. Y cuando mi mamá te bañaba eras pura lavanda, esa flor tan tristona que tanto le gusta. Olías a todos nosotros, excepto a Fernando, que huele a cigarro y coca cola. Todos los olores familiares estaban resumidos en tu piel.

Talentosísima cazadora de mariposas y pajaritos indefensos. De moscas. Más de una vez colocaste orgullosa, en la palma de mi papá, un pedazo de caca fresca. Desgraciada perra, eras un desastre natural.

Y también fuiste la princesa indiscutible de la casa. Mientras que mamá gritaba que levantara mi tirador y que fuera a recoger mi ropa, a ti te invitaba a sillón para rascarte la barriga y detrás de las orejas. Conozco a pocas personas a las que no les cayeras bien y esa no fue nunca una razón para no dar amor. Acompañaste a cada enfermo que estuvo en la casa. A mi hermano lo operaron de su hernia y te plantaste a su lado hasta que mejoró, a mi mamá le dolía la cabeza y nunca te separaste de ella. Cuando mi prima que también te quería tanto se nos fue, jamás dejaste sola a mi tía. Cada tristeza la intentabas arreglar on lamidas y presencia. Eras cómplice incondicional, amiga terca, cariño
inmediato. Pedías muy poco. Cómo no ibas a ser mi princesa.

La presencia peludita, acaparadora de almohadas, robadora de frutas. Te comiste mi aparato de dientes, los tomos de la mitad de los libros de Isabel Allende. Si esto era una casa, tú fuiste una de las razones por las que se convirtió en un hogar. Nadie nunca me dijo que un perro iba a ser tanto.

Fuiste muy valiente, la más valiente de todas. He encontrado pocas personas tan valientes como tú y puedo decirte que es un verdadero honor habernos conocido.

La verdad no me lo esperaba. Te podía sentir, flaquita y pequeña, lo más pequeña que te he visto en toda la vida. Abrazada a ti, aún latías. Uno, dos. Uno, dos. Uno. Y luego ya no hubo dos. Qué bueno que te fuiste, porque ya no te duele, porque ese cuerpecito duro y frío ya no eras tú.